Puede parecer algo melancólico pero hacía sol y el sol hace milagros en el ánimo.
Paré el coche en un lugar idílico, agua y montañas, pueblo y tranquilidad.
Subí el volumen y dejé la puerta abierta para seguir escuchándole. Coloqué mi cámara sobre el trípode y me dediqué un homenaje de paz y serenidad.
También me regalé un encuentro fortuito con otro amante del buen ver y allí coincidimos perpetuando el momento.
Un breve comentario y una sonrisa me devolvieron a la realidad, a la buena, a esos gestos espontáneos, agradables que te hacen pensar cuánto bueno hay en la vida, solo hay que tener suerte de encontrarlo y saber quedártelo.
Lo siento, me quedé con esta foto, tengo debilidad por lo destartalado.
El paisaje me lo guardo para mi.
Mar