A menudo, salgo de casa con la mochila a la espalda dispuesta a capturar imágenes. Con esa disculpa, he descubierto lugares maravillosos, pero mi cámara, mi ojo, mi corazón, regresan a casa con las más insólitas de las imágenes.
Lo veo, lo intuyo, sé que esa foto me gusta, me inspira, me mueve y, de pronto, un día, la saco a la luz.
Quién no se ha visto en algún momento agarrándose con fuerza al más débil de los hilos, apostando todo por un poco de esperanza, creyendo en lo más difícil, queriendo lo imposible...
Mar